Responder “bien” para salir del paso cuando alguien nos ha preguntado qué tal nos encontramos es algo que todos nosotros hemos hecho. Los motivos por los que no decidimos revelar nuestro verdadero estado de ánimo pueden pasar por el deseo o necesidad de preservar nuestra intimidad, aparentar fortaleza ante lo que podemos considerar un adversario, evitar preocupar a un ser querido o no alimentar el malestar de una persona que se encuentra en una situación igual o similar a la nuestra. Muchas veces, esta forma de actuar se alimenta de la errónea idea de que podemos llegar a ser percibidos como seres vulnerables si decidimos expresarnos y hablar de nuestro malestar.
Sin embargo, si alguna vez has sentido deseos de sincerarte y se te ha hecho un nudo en la garganta, te has bloqueado y no has sabido por dónde empezar o cómo expresarte, ¡Te ayudamos!
-Respeta tus tiempos. Tenemos por costumbre ocultar a los demás las emociones generadoras de confusión o malestar, tales como la tristeza, el miedo, la culpa o la ira. Esto no es casual, surge del aprendizaje, de la necesidad (cómo ya mencionamos, por evitar preocupar, incomodar e incluso ser molestia, por ejemplo). Esta conducta crea un hábito, y este hábito no sólo nos dificulta expresarnos sino también identificar qué es lo que nos está pasando. Es preciso dejarse sentir para poder indagar, valorar e identificar que estamos experimentando.
Sé paciente, lo primero es priorizar tu ritmo y tus procesos personales. Lo segundo, no sentirte obligado a apurar dicho proceso por compartir o confesar lo que te está sucediendo.
¿Qué proponemos en este punto? ASERTIVIDAD, ASERTIVIDAD Y ASERTIVIDAD. Si te sientes presionado y necesitas espacio, simplemente comunícalo “No sé lo que me está pasando, es nuevo para mí/ no sé cómo comunicarlo…Necesito un tiempo para poner en orden mi cabeza”, “Gracias por estar ahí para mí, cuando me sienta más cómoda me gustaría compartirlo contigo”.
-Comunica lo que quieras, cuando quieras. Siéntete plenamente libre para transmitir y comunicar aquello con lo que te sientas más cómodo, que te resulte más fácil o que simplemente quieras decir.
-Ten en cuenta el “quién”. En ocasiones asumimos un fracaso comunicativo cargando con toda la responsabilidad. Es posible que pasemos por alto que no todas las personas hemos tenido los mismos procesos, los mismos aprendizajes, provenimos del mismo contexto o similar y, en definitiva, no todas las personas hablamos el mismo “idioma”. Esto no quiere decir que no le puedes contar que tienes miedo y te sientes inseguro a una persona que muestra y siente gran seguridad consigo mismo. Al contrario, hazlo, pero estate preparado para que, alomejor, no pueda empatizar contigo y no logre ponerse en tu piel. Aproxímate a personas que sepas aunque no sientan lo mismo que tú, sean comprensivas y emocionalmente sabias.
No es sencillo encontrar a alguien que pueda sentir lo que tú, pero más sencillo es encontrar a alguien que pueda darle valor a lo que sientes y concederte ese espacio aunque “hable otro idioma”.
Nuria Losada Álvarez