Ya antes de la crisis sanitaria que estamos atravesando todos, el incremento de los trastornos de sueño era una realidad en la sociedad actual. Con la llegada de nuevos modos de vida, tecnologías que nos acompañan incondicionalmente, ritmos de trabajo… nuestro “reloj interno” se ha modificado hasta un punto en el que casi se invierten los horarios que había no tantos años atrás.

Si bien el sueño está convirtiendo cada vez en un problema sanitario más grande, con las condiciones de vida que nos ha obligado a tomar el Covid, no han hecho otra cosa que agrandar y agudizar este problema. El sueño se ve afectado por factores como el estrés, la ansiedad, la depresión, dolores físicos, entre muchos otros. Factores como los que se acaban de mencionar, actualmente conforman una parte importante en la vida de las personas.

Datos extraídos de un estudio realizado por la Universidad de Southampton afirman que la tasa de insomnio aumentó entre un 15% y un 20% de la población, siendo las madres y los trabajadores de empleos esenciales los grupos más afectados por esta dificultad para conciliar el sueño.
Además de los factores psicológicos que nos afectan directamente, también hay que contar con grandes cambios en la rutina de las personas. Se ha solapado la vida personal y laboral entre las mismas paredes y esto ha provocado que de algún modo las personas se desubiquen –laboral y personalmente- y no logren identificar ni manejar su activación.

Malestar psicológico y problemas de sueño

Ha transcurrido más de un año desde el comienzo de la pandemia y el cambio vital ha sido drástico. Los límites que había entre la vida laboral y personal se han reducido mucho, hasta llegar incluso a desaparecer. Además, esta situación viene acompañada de sentimientos constantes de incertidumbre, tristeza, sentimiento de indefensión… esto no hay más que hacer más grande este cambio.
El malestar emocional nos acompaña casi diariamente y se produce como consecuencia de la preocupación constante por no saber qué pasará, por frustrarnos, por anticipar negativamente muchas desgracias que pueden pasarnos a nosotros y a nuestros seres queridos… pues todo este malestar correlaciona inversamente con nuestra calidad de sueño. Si tenemos preocupaciones constantes, nos encontramos mal… dormiremos peor. Y por supuesto, si dormimos peor… todos sabemos lo que pasará: el malestar se incrementará. Esta espiral no encuentra un final si no tratamos de buscar las herramientas necesarias para elaborar nosotros ese final.

¿Qué podemos hacer nosotros para dormir (y encontrarnos) mejor?

La principal estrategia que debemos plantearnos es encontrar qué factores son los que están provocando nuestro malestar –ansiedad, tristeza, incertidumbre…- y el consecuente mal descanso. Si encontramos dichos factores, el primer paso ha sido conseguido. Lo siguiente sería analizar los posibles cambios que se deberían producir y nuestros recursos para llevarlos a cabo.
Además de nuestro trabajo de búsqueda y mejora de las causantes de nuestro malestar, podemos cambiar ciertas rutinas antes de irnos a dormir y conseguir una mejor higiene del sueño.

A continuación, citamos algunas conductas que pueden ayudar a conseguir un mejor descanso:

  • Cuida el entorno de tu cama: Un colchón cómodo, una buena almohada o una habitación bien aislada de ruido y claridad es un buen primer para mejorar nuestro descanso. No solo nos referimos a quedarnos dormidos antes, sino a tener una calidad de sueño mejor.
  • Cuida tu dieta: En multitud de ocasiones la ansiedad o estrés (o la propia comodidad de no tener que cocinar al finalizar un largo día de trabajo) que siente una persona se traduce en grandes ingestas de comida, en su gran mayoría fastfood. Debemos cuidar la alimentación, que sea sana y variada y no realizar grandes comidas antes de irnos a la cama.

Cuando hablamos de dieta también nos referimos al consumo de alcohol. Aunque su efecto “sedante” nos pueda ayudar a caer rendidos en la cama, provocará con más probabilidad que nos despertemos durante la noche, así como alterar las fases del sueño.

  • Practica ejercicio físico: Realizar ejercicio físico regularmente siempre está indicado para conciliar mejor el descanso. De hecho, está demostrado que una de las principales consecuencias que puede tener llevar un estilo de vida sedentario es el insomnio. Eso sí, la práctica de ejercicio físico no debe ser hacia las horas finales del día porque puede activarnos y alterar el sueño.
  • Mantener un horario lo más regular posible para acostarnos y despertarnos, junto con una rutina de sueño, son factores que ayudan mucho a que nuestro cuerpo empiece a elaborar un proceso de inducción del sueño, lo cual facilitará el momento de dormirnos al llegar a la cama.

Estos hábitos conforman una buena higiene del sueño si se aplican simultáneamente varios de ellos. Todas estas pautas son muy útiles para prevenir trastornos del sueño en unas condiciones, digamos, de ausencia de cualquier otro problema o situación traumática que pasado o esté pasando la persona. Los trastornos del sueño, en ocasiones, son síntoma y consecuencia de otro problema. En este caso la persona debería acudir al psicólogo y trabajar de un modo más preciso su caso para mejorar tanto en su sintomatología como en los problemas de sueño que esté sufriendo.

Brais Urceira

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