Tras un año viviendo una situación sin precedentes, en la que nos vemos totalmente vulnerables ante esta crisis sanitaria, nos preguntamos infinidad de cuestiones al día.
¿Qué pasará mañana? ¿Cuándo se vacunará toda la población? ¿Estarán bien mis seres queridos?
Estas y muchas preguntas más nos invaden día a día y provocan en nosotros un sentimiento de incertidumbre que, por momentos, nos invade, adueñándose de nosotros y limitando nuestra actividad cotidiana todavía más de lo que las propias medidas sanitarias que hay a nivel global.
Las emociones negativas principales que podemos experimentar son el miedo, la ira, la impotencia, la soledad o la tristeza. Paralelamente también podemos sentir emociones positivas. Actualmente estas emociones surgen fruto de experiencias puntuales en el día a día y pueden ser tan intensas como las negativas pero, dada la situación actual, solemos concederles menos tiempo y se evaporan de nuestra memoria con más facilidad de lo que nos gustaría.
Dado que esta dualidad emocional se presenta casi a diario, es en este punto donde se convierte en una gran virtud saber gestionar y equilibrar las emociones que vivimos.
Algunos pasos que se pueden trabajar para ayudar a esta gestión emocional son:
- 1. Identificar las emociones: Este paso parece sencillo, pero realmente es complicado ponerle un nombre de forma precisa a las emociones. Antes del comienzo de la pandemia experimentábamos un abanico de emociones más pequeño y, además, no teníamos tanto tiempo para pararnos a identificarlas y valorarlas correctamente. Ahora, ya que la vida, de algún modo, se detuvo, nos hemos encontrado con emociones que, quizás sí habíamos vivido anteriormente, pero no las habíamos identificado como tal.
- 2. Aceptarlas: Debemos ser conscientes de que todas nuestras emociones son lógicas y tolerarlas sin crear un rechazo por una interpretación personal. Aceptar y normalizar nuestras emociones es el primer paso para poder valorarlas y trabajar con ellas de una forma sana para nosotros mismos.
- 3. Gestionarlas: Se trata de analizarlas y comprenderlas. Es el camino para conseguir comprender por qué las estamos experimentando y cómo podremos modificarlas.
En función de su intensidad, duración y frecuencia, entre otros factores, el Colegio Oficial de Psicólogos de España ha descrito una serie de recomendaciones para mejorar nuestro malestar psicológico:
- Auto-instrucciones: Cuando detectamos que estamos sumergiéndonos en dinámicas negativas es necesario que nos comuniquemos con nosotros mismos y desviemos el lenguaje tan negativo que estamos reproduciendo para buscar vías de avance. Necesitamos empujarnos a nosotros mismos en ciertas situaciones de anclaje.
- Técnicas de solución de problemas: Basadas en un afrontamiento activo del problema:
- Delimitar la situación y plantearnos el objetivo final.
- Generar una lista de alternativas de solución del problema: Aunque algunas parezcan imposibles de realizar, las apuntamos igual. Si se escriben todas las posibilidades que se nos vienen a la cabeza, es más probable que se encuentre una vía de solución real.
- De las alternativas planteadas, elegir las que nos parezcan más oportunas. Para esto se recomienda pensar en cuáles son los medios para llevarlas a cabo y las consecuencias que podría tener elegir esa alternativa.
- Tras realiza este balance, decantarse por la opción más adecuada y elaborar el plan de acción.
Este proceso de solución de problemas se puede aplicar a cualquier situación que se los plantee en nuestro día a día. Se convierte en una herramienta realmente útil para cualquier ámbito de nuestra vida.
- Cuidar nuestra rutina: Nunca nos cansamos de recomendar que partamos del peldaño más bajo de la escalera. Cuidar nuestros hábitos, convertirlos en más saludables desde el comienzo del día hasta su finalización:
- Actividad física: Realizar ejercicio de forma regular mantiene igual de sano el cuerpo que la mente. No estamos hablando de deporte de alto nivel, sino del modo en que una persona disfrute de mantenerse activa realizando cualquier tipo de ejercicio físico.
- Autocuidado: Todos sabemos que este ha sido un hándicap importante desde marzo de 2020, cuando se inició el confinamiento domiciliario. El teletrabajo acarreó consigo que el nuevo uniforme era el pijama y la silla de oficina era el sofá donde comes palomitas y ves Netflix. Es muy necesario seguir manteniendo nuestros hábitos de cuidado e imagen para que condicionar nuestra actividad con nuestro estado de ánimo activo.
- Alimentación: En muchos casos la alimentación está (mal) condicionada por nuestro estado de ánimo –ingestas altas en momentos de alta ansiedad, tristeza, aburrimiento…-. A estas conductas le llamamos “ingesta emocional”. A corto plazo se agradece una comida muy calórica, pero con el tiempo las consecuencias se notan, y cada vez más. Por eso es muy importante mantener una cierta disciplina de alimentación. De este modo siempre podremos disfrutar de comidas más “capricho” de vez en cuando sin asociarlas a un estado de ánimo negativo. Lo mismo sucede con la ingesta de alcohol.
- Descanso: Debemos cuidar las rutinas que mejoran una actividad que ocupa 1/3 del día (¡y de nuestra vida!). Crear unos buenos hábitos antes de irnos a dormir, como dejar de lado aparatos electrónicos, dejar el móvil en modo avión, evitar comidas copiosas y no consumir alcohol antes de dormirnos, entre otras conductas. Además, debemos reservar el dormitorio para dormir. Tener la televisión en la habitación no es muy buena idea, todos lo sabemos, ¿no?
Cuando ponemos en práctica ciertas recomendaciones como las que se acaban de comentar, consecuentemente empezamos a sumergirnos en nuevos hábitos, más saludables para mente y cuerpo, y sin necesidad de que pase mucho tiempo, nos lo empezaremos a agradecer a nosotros mismos porque cualquier ámbito de nuestra vida empieza a gestionarse de un modo más efecto y las emociones ya no se adueñan de nosotros. Somos nosotros mismos los que nos adueñamos de ellas para gestionarlas y, por qué no, disfrutarlas.
Brais Urceira