Las historias que se han venido transmitiendo a lo largo de los años son, sin duda, el mejor vehículo para trasladar información cultural, social y moral generación tras generación. Estas historias, leyendas, fábulas y mitos se han ido estudiando y asentando, conformando en la actualidad, importantes lecciones sobre modos válidos y valiosos de pensar y comportarse.
Si bien el contenido de las historias puede ser distinto, no existen diferencias estructurales sustanciales entre Esopo, Homero y Alicia en el País de las maravillas. Todas estas historias, en esencia, describen a individuos, reales o imaginarios, en mundos llenos de magia o más próximos a la realidad, que se enfrentan a problemas, habitualmente de corte ético, moral o existencial, demandando de sus protagonistas despejar estas dificultades echando mano de su “caja de herramientas particular”. De un modo u otro, las personas nos enfrentamos tarde o temprano, con mayor o menor frecuencia a nuestra caja de Pandora, a nuestra serpiente ofreciendo una manzana. Las fábulas ofrecen la posibilidad de promover la identificación, fomentar la sensación de no sentirse tan sólo ante el problema que se enfrenta, así como de proporcionar un mensaje esperanzador y humano, en el que nuestro protagonista puede rendirse o puede enfrentarse con todas las consecuencias, como la vida misma.
En una historia, en una fábula o en una leyenda no todo viene definido de forma explícita. La narrativa está incompleta, apunta, señala. La totalidad de la obra se completa en el momento en que entra en contacto con el lector, con sus experiencias más previas y sus circunstancias más actuales. Es por ello que resultan muy útiles en un proceso personal como el proceso psicoterapéutico.
Hoy os traemos una fábula sobre la fortaleza, la auto superación y el espíritu luchador muy útil en nuestros trabajos de psicoterapia y con la que, considero, muchos de vosotros os sentiréis identificados.
“En la selva vivían tres leones. Un día, el mono, representante electo por la comunidad, convocó una reunión para pedir a todos los animales una toma de decisión:
-¿Cuál de los tres leones deberá ser nuestro Rey?
Tras mucho deliberar, los animales comunicaron a los leones la decisión tomada:
-Hemos encontrado una solución muy simple para el problema. Los tres van a escalar la montaña más alta de la región. El que llegue primero a la cima será consagrado como Rey-.
El desafío fue aceptado y todos los animales de la selva se reunieron para asistir a la gran prueba. El primer león intentó escalar y no llegó. El segundo empezó con mucha fuerza pero no lo logró. El tercero puso empeño desde el inicio y tampoco lo consiguió. Los animales estaban impacientes y curiosos; si los tres habían sido derrotados, ¿Cómo elegirían un rey? En ese momento, el águila, grande en edad y sabiduría, pidió la palabra:
-¡Yo sé quién debe ser el rey!- Todos los animales hicieron silencio y miraron expectantes.
-¿Cómo?-, preguntaron.
-Es simple- dijo el águila.
-Yo estaba volando bien cerca de ellos y cuando regresaron derrotados de su escalada, escuché las palabras que cada uno dedicó a la montaña:
El primer león manifestó: – ¡Montaña, me has vencido!
El segundo exclamó: – ¡Montaña, has podido conmigo!
Y el tercero dijo: – ¡Montaña, me has vencido, por ahora!
Los tres leones se sintieron derrotados, pero únicamente el tercero utilizó ese mensaje para darse otra oportunidad; esto le convierte en el más fuerte de todos”.
Anónimo
Brais Urceira