Hoy en día, la relación entre estrés y enfermedad está bien establecida, pero no siempre ha sido así. Originalmente, la palabra “estrés” se ha utilizado en física para hacer referencia a la interacción entre una fuerza y la resistencia que se opone a dicha fuerza; y fue el astrohúngaro Hans Seyle quien, a mediados del s. XX, introdujo este término al vocabulario médico para describir la “respuesta inespecífica del cuerpo a cualquier demanda”.
Seyle, conocido como el padre del estudio del estrés, se centró en investigar las reacciones universales ante la enfermedad, en lugar de en los síntomas de enfermedades específicas, como se había hecho hasta entonces. Su concepto del estrés como respuesta tuvo un gran impacto en campos tan diversos como la endocrinología, la veterinaria o la psicología.
El Síndrome de Adaptación General (SAG), es el modelo que desarrolló Seyle para describir el proceso generalizado e inespecífico por el que pasa nuestro cuerpo al exponerse a cualquier tipo de situación estresante o estresor (positivo o negativo). Es decir, el patrón de cambios físicos (fisiológicos) que experimenta automáticamente el cuerpo en respuesta a un estresor. Sigue siendo una de las teorías más sólidas y respaldadas empíricamente para explicar el estrés, y entender cómo se desencadena y opera el SAG puede ayudarte a reducir tu ansiedad.
Etapas del síndrome de adaptación general
El SAG consta de tres etapas sucesivas: adaptación, resistencia y agotamiento. Cada una de ellas está caracterizada por unos cambios fisiológicos concretos, y cuantas más etapas atraviesa el cuerpo (a mayor duración del estrés), mayor es el riesgo de sufrir efectos negativos a largo plazo.
Etapa de alarma
Es la respuesta inicial del cuerpo al estrés, consiste principalmente en la movilización de recursos e incluye dos fases, la de choque y la de contrachoque. Inmediatamente después de la aparición de la situación estresante, en la fase de choque, nuestro cuerpo sufre importantes cambios como bajadas de presión sanguínea y temperatura, y disminución del tono muscular. Durante la fase de contrachoque, se produce una respuesta defensiva ante estos cambios. El cuerpo responde al estresor mediante la activación del Sistema Nervioso Simpático (SNS), que forma parte del SN Autónomo, encargado de regular el funcionamiento del corazón, del estómago, la vejiga, los músculos… Este sistema responde automáticamente a los estímulos, es involuntario e inconsciente.
Al ser activado, el SNS a su vez provoca la activación de las glándulas adrenales, liberando ciertas hormonas como el cortisol, la adrenalina y la noradrenalina. Estas hormonas, de “lucha o huida” (fight or flight), son las responsables de producir los síntomas físicos característicos de la etapa de alarma:
- Dilatación de pupilas
- Aumento de la frecuencia cardíaca
- Respiración rápida
- Temblor corporal
- Piel pálida o enrojecida
- Agudización de los sentidos
Etapa de resistencia
Durante esta etapa, el cuerpo trata de recuperarse y revertir los cambios producidos en la etapa de alarma, tras el shock inicial, empleando el Sistema Nervioso Parasimpático. La resistencia frente al agente estresante es mayor, a costa de reducir la capacidad de hacer frente a otros estímulos. Ocurre normalmente cuando lo que estaba desencadenando el estrés desaparece.
Si el estresor continua presente, el cuerpo no llega a recibir la señal necesaria para volver a los niveles normales de funcionamiento, y seguirá secretando las hormonas de “lucha o huida”, manteniendo la etapa de alarma. Si la situación estresante desaparece, durante la etapa de resistencia, el cuerpo comienza a disminuir la frecuencia y presión sanguíneas, y a reducir la cantidad de cortisol y adrenalina producidas. Sin embargo, permanece en alerta, y puede volver fácilmente a la etapa de alarma si el estresor persiste.
La exposición prolongada al estrés puede producir alteraciones en los sistemas inmune, cardiovascular, reproductivo o de vigilia, dando lugar a varios síntomas que pueden aparecer durante esta etapa:
- Tristeza
- Frustración
- Irritabilidad
- Falta de concentración
Etapa de agotamiento
Tiene lugar cuando el cuerpo ha estado sometido a estrés durante un periodo prolongado de tiempo, es decir, ante el estrés crónico. Esto agota los recursos físicos, emocionales y mentales, hasta el punto en que el organismo ya no es capaz de hacer frente a la situación estresante.
Esta etapa la más peligrosa del SAG, puesto que conlleva una mayor propensión a desarrollar problemas de salud crónicos, tanto físicos (hipertensión, derrames cerebrales o diabetes) como mentales (ansiedad o depresión). Los síntomas que pueden aparecer son:
- Ansiedad
- Dificultades cognitivas
- Depresión
- Fatiga
- Insomnio
¿Qué puede desencadenar el SAG?
Seyle identificó el Síndrome de Adaptación General tras darse cuenta de que las ratas con las que experimentaba pasaban por procesos fisiológicos específicos al ser expuestas a estresores físicos como temperaturas extremas. Más tarde, estudio cómo reaccionaba el cuerpo humano a distintos estresores físicos.
Actualmente, sabemos que el SAG puede producirse también (incluso en mayor medida) ante estresores psicológicos. Algunos ejemplos de este tipo de situaciones estresantes son:
- Estrés diario (como presión en la escuela, el trabajo o por parte de la familia).
- Cambios repentinos (como perder un ser querido, divorciarse o perder el trabajo).
- Experiencias traumáticas (como un abuso, un accidente grave o una guerra).
¿Cómo afrontarlo?
Encontrar maneras de lidiar con el estrés prolongado puede ayudar a evitar que el cuerpo entre en la etapa de agotamiento del SAG, y así eludir el riesgo de desarrollar enfermedades crónicas.
Sin embargo, no existe un método universal para hacerle frente al estrés. Es necesario identificar cuáles son los agentes estresantes, para deshacerse de ellos o minimizarlos. Algunas de las técnicas probadas que se utilizan para reducir el estrés son:
- Mantener una dieta equilibrada: Lo que comemos juega un papel importante en cómo nos sentimos. Si alimentas tu cuerpo con alimentos poco saludables, estará mal preparado para luchar contra situaciones estresantes.
- Hacer ejercicio con regularidad: diversas investigaciones muestran que el ejercicio regular puede ayudar a reducir los niveles de estrés.
- Practicar ejercicios de respiración: Respirar profunda y controladamente cuando te encuentres en una situación estresante puede ayudarte a relajarte y sobrellevar mejor la situación.
- Identificar los factores desencadenantes: el primer paso para controlar el estrés es identificar qué lo provoca en primer lugar, para poder deshacerte de ello.
- Escribir los sentimientos: Escribir un diario es una forma que a menudo se pasa por alto de lidiar con el estrés. Escribir tus sentimientos y aceptarlos puede ayudarte a sobrellevarlos mejor.
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